1. Cuánto vale realmente cada sistema
El precio final de una vivienda depende de la zona, el nivel de terminaciones y la mano de obra disponible, pero en 2025 los rangos más citados por constructoras y cámaras del sector coinciden bastante. Una casa llave en mano de ladrillo —es decir, lista para entrar a vivir, con todos los artefactos colocados— ronda hoy entre 1 350 y 1 450 dólares por metro cuadrado.
Frente a ese valor de referencia, el steel frame se mueve en el orden de 1 100 a 1 200 dólares por metro cuadrado terminado, mientras que la casa contenedor parte cerca de los 1 000 y puede llegar a 1 300 cuando se eligen terminaciones de diseño. En otras palabras, el steel frame ofrece un ahorro de entre un diez y un quince por ciento respecto al ladrillo, y el contenedor puede ser todavía más barato siempre que el proyecto no exagere en detalles "de autor".
La diferencia es mayor cuando se habla de «obra gris», es decir, estructura y cerramientos sin pisos ni pintura. Allí el steel frame cae a la zona de 600–750 USD /m², y un contenedor acondicionado en taller arranca en 500 USD /m². El ladrillo rara vez baja de 950 USD /m² aun sin terminaciones, porque exige muchos jornales de albañilería, hierro y hormigón.
2. Tiempo de obra: la variable que más pesa con inflación
El ladrillo exige paciencia: una vivienda unifamiliar típica demora entre ocho y doce meses, dependiendo del clima y de la logística de materiales húmedos. El steel frame acorta ese plazo casi a la mitad; muchos proyectos de 80–100 m² se entregan en apenas cuatro o siete meses gracias al montaje en seco y la prefabricación de paneles. El contenedor, por su parte, es el rey de la velocidad: gran parte del trabajo se hace en taller mientras en el terreno sólo se ejecuta la platea. Así, el ciclo completo puede cerrarse en dos a seis meses.
Cada mes que se ahorra es un mes menos expuesto a aumentos de materiales y a intereses financieros: no es un detalle menor en la Argentina de 2025.
3. Confort térmico y acústico: no todo es precio
El steel frame parte con ventaja porque sus paredes se diseñan de fábrica con lana de vidrio, barreras de vapor y placas que evitan puentes térmicos. El resultado: facturas de calefacción y aire acondicionado que, en promedio, son hasta un 60 % más bajas que en una vivienda de ladrillo hueco sin aislante extra.
El contenedor, al ser un casco de acero, necesita un paquete de aislación bien pensado —espuma de poliuretano proyectada, doble vidrio hermético y barreras de humedad— para rendir igual de bien. Hecho ese trabajo, alcanza niveles de confort comparables al steel frame. La mampostería, en cambio, depende de la masa del muro: si se trata de un ladrillo simple, el desempeño es pobre en climas fríos o muy calurosos. Recién con muro doble y aislante en la cámara se iguala a los métodos industrializados.
4. Normativa y trámites: qué pide cada municipio
El steel frame se incorporó ya a la categoría de "sistema tradicional" en la mayoría de los códigos argentinos. Eso significa que no exige certificados especiales: basta presentar los planos y el cálculo estructural bajo el reglamento CIRSOC 303.
La casa contenedor es, todavía, la gran novedad. Algunos municipios aceptan el proyecto sin objeciones si el profesional garantiza aislamiento, ventilación y anclaje permanente al suelo; otros, en cambio, solicitan una memoria técnica extra o un Certificado de Aptitud emitido por la autoridad de vivienda. La clave es consultar antes de comprar el contenedor.
El ladrillo, por supuesto, sigue el trámite estándar de cualquier obra, con reglamentos CIRSOC 201 o 202 según corresponda.
5. Durabilidad y mantenimiento: qué pasa después de mudarte
Un muro de ladrillo bien mantenido supera con facilidad el medio siglo, pero hay que vigilar humedades, repasar impermeabilizaciones de techo y sellar grietas cada tanto. El steel frame, construido con acero galvanizado, promete una vida útil que el fabricante estima en más de 300 años siempre que se conserven las pinturas y los sellos. Y, a diferencia del ladrillo, no sufre humedad ascendente desde el terreno.
El contenedor está diseñado para resistir décadas de intemperie marítima, pero su longevidad doméstica depende de dos tareas básicas: repintar la chapa con antióxido cada cinco o siete años y controlar que no se genere condensación interior. Con ese plan sencillo, puede pasar medio siglo sin problemas.